Ser En El Ensueño: Carlos Castaneda prefacio
PREFACIO
Florinda Donner es una discípula de don Juan Matus, un maestro brujo del estado de Sonora, México y, por más de veinte años, una compañera mía en ese aprendizaje. Debido a sus talentos naturales, don Juan y dos de sus compañeras hechiceras, Florinda Grau y Zuleica Abelar, le dieron a Florinda Donner una instrucción y cuidado muy especiales. Entre los tres la entrenaron como “ensoñadora” y la llevaron a desarrollar su “atención de ensueño” a un grado de control extraordinario.
De acuerdo con las enseñanzas de Don Juan Matus, los hechiceros del antiguo México practicaban dos artes: el arte de acechar y en arte de ensoñar. Practicar uno u otro arte estaba decretado por la actitud innata de cada practicante de la hechicería. Ensoñadores eran aquellos que poseían la habilidad de fijar lo que los brujos llaman “atención de ensueños”, un aspecto especial de la conciencia, en los elementos de los sueños normales. Llamaban acechadores a aquellos que poseían una aptitud innata conocida como la “atención del acecho”, otro estado especial de la conciencia, que permite encontrar los elementos clave de cualquier situación en el mundo cotidiano y fijar dicha atención en ellos, a fin de alterarlos o de ayudarlos a permanecer en su curso.
A través de sus enseñanzas, Don Juan Matus siempre puso muy en claro que las ideas de los brujos de la antigüedad aún permanecen en vigencia hoy en día y que los brujos modernos todavía se agrupan en esos dos bandos tradicionales. Por lo tanto, su esfuerzo como maestro fue inculcar en sus discípulos las ideas y prácticas de los brujos de la antigüedad por medio de un riguroso entrenamiento y una disciplina férrea.
La idea de los brujos es que, al lograr que la atención de ensueños se fije en los elementos de los sueños normales, estos sueños se transforman de inmediato en ensueños. Para ellos, los ensueños son estados únicos de conciencia; algo como compuertas abiertas hacia otros mundos reales pero ajenos a la mente racional del hombre moderno.
La primera vez que don Juan me habló del arte de ensoñar, yo le pregunté:
- ¿quiere usted decir, don Juan, que un hechicero toma a sus sueños como si fueran una realidad?
- Un hechicero no toma nada como si fuera otra cosa –contestó. Los sueños son sueños. Los ensueños no son algo que se puede tomar como la realidad: los ensueños son una realidad aparte.
- ¿cómo es todo eso? Explíquemelo.
- Tienes que entender que un brujo no es un idiota ni un trastornado mental. Un brujo no tiene ni el tiempo ni la disposición para engañarse a sí mismo, o para engañar a nadie, y menos aún para moverse en falso. Lo que perdería haciendo eso es demasiado grande. Perdería su orden vital, el cual requiere de una vida entera perfeccionar. Un hechicero no va a desperdiciar algo que vale más que su vida tomando una cosa por otra. los ensueños son algo real para un brujo porque puede en ellos actual deliberadamente; puede escoger dentro de una variedad de posibilidades aquellas que sean las más adecuadas para llevarlo adonde necesite ir.
- ¿quiere usted decir entonces que los ensueños son tal reales como lo que estamos haciendo ahora?
- Si prefieres comparaciones, te diré que los ensueños son quizá más reales. En ellos uno tiene poder para cambiar la naturaleza de las cosas o para cambiar el curso de los eventos. Pero todo eso no es lo importante.
- ¿qué es entonces lo importante, don Juan?
- El juego de la percepción. Ensoñar o acechar significa ensanchar el campo de lo que se puede percibir a un punto inconcebible para la mente.
En la opinión de los brujos, todos nosotros en general poseemos dones naturales de ensoñadores o acechadores, y a muchos de nosotros nos resulta muy fácil ganar el control de la atención de ensueños o el de la atención del acecho, y lo hacemos de una manera tan hábil y natural que la mayoría de las veces ni nos damos cuenta de haberlo realizado. Un ejemplo de esto es la historia del entrenamiento de Florinda Donner, quien ha necesitado años enteros de agobiante trabajo, no para ganar el control de su atención de ensueño, sino para clarificar sus logros como ensoñadora e integrarlos al pensamiento lineal de nuestra civilización.
Se le preguntó a Florinda Donner una vez cuál era la razón por la que escribió este libro, y ella contestó que le era indispensable contar sus experiencias en el proceso de enfrentar y desarrollar la atención de ensueño a fin de tentar, intrigar o incitar, por lo menos intelectualmente, a quienes les interesaría tomar en serio las afirmaciones de Don Juan Matus acerca de las ilimitadas posibilidades de la percepción.
Don Juan creía que en el mundo entero no existe, ni tal vez ha existido jamás, otro sistema, excepto el de los brujos del antiguo México, que otorgue a la percepción su merecido valor pragmático.
CARLOS CASTANEDA